.
(para acceder al contenido pinchar en LEER MÁS)
Arquitectura y urbanismo navegan entre circunstancias tan abrumadoramente pragmáticas que con frecuencia se olvidan los principios humanísticos que los fundamentan. La condición de habitar introduce variables incomprensibles para los criterios cientifistas: Belleza, convivencia, serenidad, alegría, ilusión, etc., no son parámetros mensurables, no entran en las partidas presupuestarias y por ello no existen. Sin embargo, para las personas, resultan argumentos decisivos a la hora de valorar su calidad de vida.
Sin estos ingredientes, el mundo queda arrollado por sus propias inercias en su desesperado afán de ir creciendo perpetuamente, solo persiste la obsesión por el impulso en una escala que pasa por alto a la persona. En el desarrollo ya no cabe nadie porque se hace para nadie, ha cobrado sentido en si mismo, se ha deshumanizado. Si es así, han dejado de existir el urbanismo y la arquitectura, han renunciado a sus convicciones profundas y complejas para abandonarse a los objetivos inmediatos, a lo superficial. A nadie parecen interesar los altos ideales a la hora de sacar el mayor partido posible a los últimos momentos de los malos tiempos. Nunca se cometen tantos atropellos como cuando se está a punto de evitar que sigan ocurriendo.
La arquitectura está necesitada de visiones externas. El curso de los acontecimientos viene dictado por las condiciones de contexto: Economía, geografía, política, arte, ecología, historia, sociología, psicología, etc... marcan el rumbo de las transformaciones que se demanda a la arquitectura y el urbanismo. Según Borges se trataría de certezas: "Aquello de lo que no se puede prescindir". Mientras, la arquitectura consuela su conciencia en anacrónicas lecturas sobre si misma, engañándose en mantener una progresión ficticia que sirve para alimentar la maquinaria mediática que el mercado le demanda. Buscamos el fuego para calentarnos y no conseguimos hacer más que fuegos artificiales. Miramos hacia el escenario esperando que aparezca el mago que en el número final resuelva el desbarajuste en que nos hemos envuelto y, después de un sueño reparador, todo vuelva a ser como siempre.
Las soluciones pasan por reconocer que ya es el mundo mayorcito y que nadie más que nosotros habremos de recoger los platos rotos, limpiar y recoger toda la casa. Es el público el que ha de decidir como continuará la obra si pretende que acabe bien. Si queremos un mundo mejor hemos de conseguir ser mejores. Arquitectura y urbanismo han de abrirse a nuevas lecturas, a visiones paralelas, a experiencias ajenas, a contrastar su propia realidad con la realidad. Sobrevive la arquitectura pero se extingue el hombre que somos. Vivimos en jardines donde solo florecen consecuencias, aunque a veces prefiramos evitar conocer cuales. Con tales premisas, lo único que va marcando el dictado de los acontecimientos es lo inevitable.
Mar Martínez y Domingo de la Lastra, arquitectos, plantean una reflexión crítica, multidisciplinar y abierta relacionada con la arquitectura y el urbanismo, en los cursos que organizan desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria (COACan).
.
(para acceder al contenido pinchar en LEER MÁS)
Arquitectura y urbanismo navegan entre circunstancias tan abrumadoramente pragmáticas que con frecuencia se olvidan los principios humanísticos que los fundamentan. La condición de habitar introduce variables incomprensibles para los criterios cientifistas: Belleza, convivencia, serenidad, alegría, ilusión, etc., no son parámetros mensurables, no entran en las partidas presupuestarias y por ello no existen. Sin embargo, para las personas, resultan argumentos decisivos a la hora de valorar su calidad de vida.
Sin estos ingredientes, el mundo queda arrollado por sus propias inercias en su desesperado afán de ir creciendo perpetuamente, solo persiste la obsesión por el impulso en una escala que pasa por alto a la persona. En el desarrollo ya no cabe nadie porque se hace para nadie, ha cobrado sentido en si mismo, se ha deshumanizado. Si es así, han dejado de existir el urbanismo y la arquitectura, han renunciado a sus convicciones profundas y complejas para abandonarse a los objetivos inmediatos, a lo superficial. A nadie parecen interesar los altos ideales a la hora de sacar el mayor partido posible a los últimos momentos de los malos tiempos. Nunca se cometen tantos atropellos como cuando se está a punto de evitar que sigan ocurriendo.
La arquitectura está necesitada de visiones externas. El curso de los acontecimientos viene dictado por las condiciones de contexto: Economía, geografía, política, arte, ecología, historia, sociología, psicología, etc... marcan el rumbo de las transformaciones que se demanda a la arquitectura y el urbanismo. Según Borges se trataría de certezas: "Aquello de lo que no se puede prescindir". Mientras, la arquitectura consuela su conciencia en anacrónicas lecturas sobre si misma, engañándose en mantener una progresión ficticia que sirve para alimentar la maquinaria mediática que el mercado le demanda. Buscamos el fuego para calentarnos y no conseguimos hacer más que fuegos artificiales. Miramos hacia el escenario esperando que aparezca el mago que en el número final resuelva el desbarajuste en que nos hemos envuelto y, después de un sueño reparador, todo vuelva a ser como siempre.
Las soluciones pasan por reconocer que ya es el mundo mayorcito y que nadie más que nosotros habremos de recoger los platos rotos, limpiar y recoger toda la casa. Es el público el que ha de decidir como continuará la obra si pretende que acabe bien. Si queremos un mundo mejor hemos de conseguir ser mejores. Arquitectura y urbanismo han de abrirse a nuevas lecturas, a visiones paralelas, a experiencias ajenas, a contrastar su propia realidad con la realidad. Sobrevive la arquitectura pero se extingue el hombre que somos. Vivimos en jardines donde solo florecen consecuencias, aunque a veces prefiramos evitar conocer cuales. Con tales premisas, lo único que va marcando el dictado de los acontecimientos es lo inevitable.
Mar Martínez y Domingo de la Lastra, arquitectos, plantean una reflexión crítica, multidisciplinar y abierta relacionada con la arquitectura y el urbanismo, en los cursos que organizan desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria (COACan).
Nobles nombres, de la muy noble arquitectura cántabra, veo por estos lares.
ResponderEliminarAmigo Santiago, poco mas puedes pedir que semejantes colaboradores ilustres.¡Todo un honor para estas páginas!
saludos
javier azurmendi
Me recuerda que: Tras la muerte de Dios, tras el desmoronamiento de las utopías,¿sobre qué base intelectual y moral queremos construir nuestra vida en común? Para comportarnos como seres responsables precisamos de un marco conceptual que pueda fundamentar no sólo nuestro discurso, lo cual es sencillo, sino también nuestros actos, la vertiente humanista de la Ilustración. Tzvetan Todorov. El espíritu de la Ilustración.
ResponderEliminarMagnifico texto! como diría el Principito “lo esencial es invisible a los ojos”. Completamente de acuerdo en que todo lo que es importante en la vida (y en la arquitectura) no se puede demostrar científicamente. Por ello, la arquitectura es más una cuestión de sensibilidad que de otra cosa.
ResponderEliminarLo dicho y felicidades por la reflexión.