El problema empieza cuando de la imaginación efervescente pasamos a la realidad, a los medios con los que contamos y al cliente.
Ahí la ilusión se convierte en...(va a quedar un poco mal pero...)
ENGAÑO
No nos engañemos, valga la redundancia, la arquitectura desde los primeros tiempos ha sido siempre un engaño.
Quién no ha oído eso de:
"Vamos a dar luminosidad pintando de blanco o poniendo un suelo claro porque la habitación es muy pequeña."
Y no sólo ahora, los romanos hacían sus estucos porque ya el propietario les decía que el marmol era muy caro.
"No se preocupe usted que ha salido un producto nuevo, la marmolina, que con esto le dejamos sus paredes igual"
(comentario ad hoc: de la marmolina acabamos en el gotelé, ¡que cruz!)
Ejemplos hay muchísimos: esos frescos en iglesias y catedrales con cielos pintados para eliminar o desmaterializar los oscuros, pesados y opacos muros de piedra.
A mí de lo que más me gusta es la capilla de San Antonio de la Florida pintada por Goya en Madrid.
Entras y tienes a todos esos majos y majas mirándote, como asomándose en un balcón.
Esos trampantojos, nos sirven para aumentar o reducir los espacios, para recrear texturas o que aparezcan zonas exteriores en interiores.
Por eso cuando veo una medianera pintada como si fuera una calle que se pierde en la lejanía, pienso que oficio tan canalla tenemos. Un oficio de ilusionismos y engaños en el que los primeros engañados somos nosotros....
Cerramos este número 3: D-ESPACIOS para iniciar un tema nuevo que quizás debiera haber estado antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario